jueves, 10 de septiembre de 2009

► No me preguntes...

Cuando era de poca y tierna edad, esta cuestión me atormentaba y me producía sudores fríos.
¿Eres virgen? - susuraba con voz temblorosa el representante del sexo más encantador, mientrás me besaba en la nuca.
¿Qué le digo? Que lo soy o que no lo soy.

No sé qué tal ustedes, pero a mí la preguntita me salía más a menudo que los granos en mi cara de adolescente.
Y ahora, ya que ha pasado el período de cuarentena puedo confesar que perdí mi virginidad unas cuantas veces. La ilusión de aquellos representantes del sexo más encantador era tal que no tenía corazón para partirles el alma.
Y hoy, observando este asunto desde lejos, me permito esparcir un poco de sabiduría.


Axioma:
La importancia que da un hombre a la virginidad es directamente proporcional al nivel de su primitivismo y su inseguridad.

Y aquí las respuestas según el tipo del hombre:

- Los narcisistas: “Ser el primero"? es un hecho halagador, digno de destacar en las conversaciones “quién tiene la polla más grande"? con sus amigotes.

- Los profesores natos: Acostarse con una virgen despierta en ellos el instinto natural de enseñar, de ser el tutor y de sentirse superior.

- Los amantes nefastos: Prefieren a las vírgenes por su mayor virtud - la falta del punto de comparación.

- Los miedicas: Acostarse con una virgen les supone un compromiso moral que asusta y echa atrás.

- Los vagos: Les da pereza ya que la virgen no sabe nada y uno tiene que cargar con todo el trabajo solo.

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