miércoles, 15 de julio de 2009

► Neopadres

A mi alrededor hay una ola de embarazos y nacimientos de guaguas por todos lados. Según mi ginecólogo, se trata de un baby boom, o sea que no es sólo mi entorno sino que mucha gente decidió –o le tocó- tener un hijo este año. Deben ser los astros. En este contexto, he observado ciertos fenómenos interesantes:


1.- Ahora los hombres participan. Mi teoría es que ellos también tienen instinto paternal (¿o maternal?), que se va desarrollando con el contacto permanente con la guagua. No sólo el padre que muda o juega: el padre que atiende a su hijo, que sabe ponerse en su lugar, que acuna y contiene.


2.- Los padres y madres de hoy quieren estar informados. Valoran conceptos como apego y parto humanizado; leen sobre el tema y toman talleres de parto, de crianza y de masajes (talleres que antes habrían rechazado por prejuicio, al menos los hombres).


3.- A pesar de lo anterior, y de que cada vez más mujeres transmiten a sus médicos lo importante que es para ellas el respeto a su intimidad y la necesidad de que el hijo llegue al mundo en un entorno poco invasivo, la experiencia de parir sigue siendo traumática. He oído cuentos horribles: matronas que obligan a sus pacientes a someterse a procedimientos innecesarios y vergonzosos, anestesistas que se enfrascan en discusiones sobre política con el doctor mientras aplican la epidural, equipos médicos que en medio de una cesárea arreglan cuentas por cierto incidente interno... y así. El tema es que los partos siguen siendo traumáticos, aun cuando los padres de hoy exigen más que nunca el derecho a decidir como vivir uno de los momentos más emotivos de sus vidas. El tema es que los profesionales de la salud ya deberían notar que no son los protagonistas de estas historias. Son apenas personajes secundarios (y algunos no dan ni para extras).


Los tiempos cambiaron. La tendencia es el parto sin violencia, con la menor intervención médica posible, en silencio, en soledad, dejando que la mujer escoja la mejor posición para parir y respetando ese espacio sagrado de contacto madre-hijo que debe producirse justo después del nacimiento. Para mí, lo anterior es casi de sentido común. Basta pensar que si los partos son traumáticos para la mujer, para los niños deben ser una tortura, como ya se sabe. Y si es así, ¿por qué a los médicos parece no importarles? Si tú fueras un feto que de repente es obligado a salir del único lugar que conoce: cálido, protegido y en contacto con su mamá, ¿Cómo preferirías que fuera esa experiencia?

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