martes, 23 de junio de 2009

► Inactivismo

Cuando partió toda la polémica de la colusión de las farmacias, yo, como casi todos los ciudadanos chilenos, me encolericé. Me sentí atropellada. Juré nunca más entrar a ninguna de las tres y decidí unirme a un par de movimientos virtuales que invitaban a volver a las farmacias de barrio para castigar a estos monstruos. Me dije que esta era mi oportunidad para ejercer el activismo, no saliendo a protestar a la calle, sino de una manera más fácil y efectiva.

Algo parecido me pasó cuando descubrí que mi banco era discriminador. Le dijeron a mi hno que no podian abrirle una cuenta, porque vivía en los alrededores de la ciudad, que ellos sólo tenían clientes del sector centro de la ciudad. Mi hno le preguntó a la ejecutiva que a qué se debía tal política y ella le dijo que en ese sector tenían sucursales. Entonces él le preguntó que para qué estaban las Pedro de Valdivia y ella le dijo que sólo eran para los clientes que "trabajan" cerca de ahí. Yo no podía creerlo: mi banco elige a sus clientes por el sector en que viven. En ese mismo instante decidí cambiarme.

Pero debo confesar en esta humilde tribuna, no sin cierta vergüenza, que estoy demasiado cansada para ser activista. Que sigo comprando en una de las farmacias grandes, la misma de siempre que está cerca de mi casa, donde encuentro todo lo que necesito. Que no me he cambiado de banco, porque cambiarse es un cacho, porque tendría que inscribir todos mis pagos automáticos de nuevo, saldar cuentas con mi tarjeta de crédito y otros trámites que de sólo imaginarlos me agoto. Que prefiero hacer vista gorda y ser una integrante más de la enorme masa inerte y sin ideales, -Uups, eso dolió.

Tal vez no sea para tanto. Hay que considerar que alguna vez fui de los que pelean por ciertas causas, de los que sienten que se les va la vida en la defensa de sus principios, pero todo indica que he cambiado y que, como probablemente le ocurra también a usted, señora, señor, me he achanchado. ¿Dice usted que es el curso normal de la vida? Yo me inclino por otra teoría: de tanto debatir y pelear descucbrí que, a la larga, es bien poco lo que uno puede hacer para cambiar las cosas. Ni siquiera votar por tal candidato cambia algo, ya que, como sabemos, lo único que les interesa a todos es estar en el poder. Al banco, poco le importa ser abandonado por alguien como yo (o con ingresos como los mios); a la farmacia, habrá que ver cómo es el desenlace, pero apostaría a que una vez superada la crisis, todo quedará igual. Ahora que lo pienso, estoy aliviada. No, no me he achanchado: me he aliviado. Y no es tan malo ser parte de la masa inerte. Me saqué algo pesado de mis hombros. ¿El enojo, tal vez?

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